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Habían hecho el amor apasionadamente, con urgencia, casi desesperados. Ella se había dejado llevar, entregada por completo al placer de sentir las manos masculinas acariciando y apretando, a la boca besando y mordiendo. Latía entre ellos esa pulsación de deseo que no se detiene, alimentada por la distancia y el continuo tira y afloja de dos personas que no saben cómo estar juntas, pero tampoco pueden vivir separadas. Al sentirse el uno al otro, al ajustarse los cuerpos, él la miraba y le costaba creer tenerla así de cerca. Quiso decirle algo, pero no supo qué. La oía, respirando

 Las tardes en que vienen a morir las aves a mis pies Amanece, y está oscuro y frío. La lluvia cayó incesantemente durante toda la noche, dándome esa sensación extraña de haber dormido rodeado de muchísima agua, que sin embargo no alcanza a tocar el refugio de mi cama de bronce. Me levanto sin prisas, como cada mañana. En este lugar el tiempo parece no existir. Durante mi aseo matutino, echo una ojeada por la pequeña ventana del cuarto de baño. Las nubes grises se extienden mucho más allá del horizonte, como si cubrieran el mundo entero. Seguirá lloviendo; la idea, como siempr

Espérame. Allá voy con todo el equipaje de más. Porque has de saber que acostumbro viajar con las maletas llenas de cosas que podría necesitar. El clima, las enfermedades y los afectos son inciertos. Así que llevaré un suéter, un vestido de verano, un botiquín de emergencia y un corazón prudente. Aprendí en el camino que las personas vienen y se van como olas o como tormentas, así que adquirí el hábito de no encadenar los sentimientos a las presencias. Son como dos aves que vuelan juntas, a pesar de ser independientes la una de la otra. Voy con mis defectos leves y terribles,

Los ojos oscuros fijos en él, perforándole las pupilas, traspasando la frontera de la mirada, yendo más allá, tomando forma como medio de expresión no verbal, tan potente, que lo único real del mundo eran los ojos oscuros mirándolo, nada más existía, sabía que perseguiría esa mirada hasta el fin del tiempo, porque nunca hubo otra que lo llamara de tal modo, aunque la dueña de aquellos ojos no dijera nada, él escuchaba el grito en su mirada, lo comprendía, porque era como todos sus gritos, los que había dado antes de encontrarla, antes de saber que la búsqueda term